Alardear

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“Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos” Mateo 23.5
Cuando un niño pequeño dice “mi padre puede alzar una piedra”, hay otro que dice que el suyo puede alzar un carro. Cuando el otro le contesta que su padre puede lazar un camión, el otro le dice que el suyo una montaña. Y cuando el otro le responde que su padre puede alzar todo el mundo en sus manos, el otro dice que el suyo puede alzar todo el universo con una sola. A esto es a lo que llamamos alardear. Y es a esto a lo que Jesús se refiere cuando habla de ensanchar las filacterias y extender los flecos. Las filacterias eran cajitas cuadradas pequeñas que eran atadas al brazo izquierdo o en la frente de las personas. Estas cajitas llevaban versículos bíblicos para recordarles a los judíos la Palabra de Dios. Sin embargo, los fariseos y escribas se tomaban en tiempo de hacer cajas más grandes que las normales y así ser vistos por la gente. Ellos también extendían con el propósito de alardear los flecos de sus mantos, que eran las borlas o colgantes que los israelitas llevaban en las 4 esquinas de los vestidos y que les recordaban los mandamientos de Dios. Si miramos honestamente dentro de nosotros mismos, nos daremos cuenta que nosotros también llevamos esta actitud infantil. A todos nos gusta alardear. Alardeamos de nuestros viajes, títulos, estudios, trabajo, de que tan bien cocinamos, de cuanto ganamos, de lo que somos, de lo que no somos etc. etc. etc. Jesús dice esa es una actitud infantil y de fariseo. Es una cosa estar agradecido por ser bueno en lo que hago, o por tener lo que tengo, pero pasamos el limite cuando nos comparamos y queremos aparentar y creernos más que los demás. Estemos contentos con las filacterias y los flecos que tenemos, porque lo que tenemos, sea lo que sea, es gracias a la misericordia de Dios, y no a nuestros méritos. Pensar diferente, es ser infantil y fariseo.