Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia… (Ef. 5:22,23)
En un matrimonio cristiano se dice que el hombre es «la cabeza». Pero ¿Por qué ha de haber una «cabeza»? y ¿Por qué tiene que ser el hombre? Por su puesto que la necesidad de una cabeza viene porque el matrimonio es permanente. Por ejemplo ¿qué sucederá cuando hay un serio desacuerdo? Se discutirá por su puesto, pero ¿que pasara si siguen sin llegar a un acuerdo?, no pueden decidir por el voto de la mayoría, porque entre dos no puede haber mayoría. Es indudable que sólo puede ocurrir una cosa: o deben separarse e ir cada uno por su lado, o uno de los dos debe tener un voto decisivo. Por otro lado, ¿hay alguna razón de peso por la que debería ser la mujer?, pues mirando la realidad, una mujer que quiere ser la cabeza de su propia familia no suele admirar lo que ve en la casa del vecino, ya que es más probable que diga: ¡Pobre Sr. X! ¡No puedo entender cómo permite que esa terrible mujer lo domine de tal manera! Y que también diga de su propio marido: ¡Ya pues, ponte los pantalones!
Sin embargo hay una razón por la que el hombre debe ser la cabeza, y es la relación de la familia con el mundo exterior. El hombre suele ser, mucho más justo con los extraños. Una mujer principalmente está luchando por sus hijos y su marido contra el resto del mundo. Ella vela por sus intereses, pero la función del marido es cuidar de mantener las buenas relaciones con los demás. Si alguien pone esto en duda, mire por ejemplo. Si su perro ha mordido al niño de la casa de al lado, ¿con quién prefiere hablar usted? O, si eres mujer casada, por mucho que admires a tu marido, ¿no dirías que su defecto principal es su tendencia a no defender sus derechos y los de su familia ante los vecinos tan contundentemente como quisierais? (Parafraseado del libro Mero Cristianismo)