“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. 1 Tes 5.18
Todos los padres sabemos que una de las cosas más difíciles es enseñarles a nuestros hijos a decir gracias, especialmente cuando tienen al frente un plato de sopa que no les gusta. Pero eso no es todo, como padres no solo queremos que digan gracias, sino que lo digan con una buena actitud. La naturaleza del niño no es ser agradecido, y por eso tenemos que enseñarle a serlo, lo cual requiere tiempo, paciencia, y un sin número de sopas y comidas que tal vez no sean tan agradables a su paladar. Pero no los critiquemos tanto a los niños, porque lo mismo sucede con nosotros espiritualmente hablando. No está en nuestra naturaleza ser agradecidos con Dios, y por eso nos cuesta decirle gracias en todo, especialmente cuando las cosas no van bien. Sin embargo, al igual que el padre de familia sabe que la sopa con más verduras y hortalizas, aunque tal vez no tan rica a los ojos de niño, es muy nutritiva y buena para su salud, Dios a veces utiliza circunstancias en nuestra vida no tan “ricas a nuestro paladar” para nuestro bien y salud personal y espiritual. Ciertamente es difícil ser agradecido cuando no tengo trabajo, cuando me enfermo, etc. pero hay que recordar no estamos dando gracias a Dios por el dolor, o el sufrimiento en sí, pues no somos masoquistas. Más bien estamos dando gracias, porque sabemos que Dios ha prometido usar cualquier cosa, sea una sopa desagradable o un sufrimiento, para traer bien a nuestras vidas y moldearnos más a su imagen y semejanza.