Si creo que soy una criatura de Dios, mi vida será congruente con esta creencia; pero si tengo otra creencia, de igual forma será congruente con esa otra creencia.
La Biblia nos presenta una clara respuesta a la pregunta ¿de dónde venimos? Esta afirma claramente que el origen de todo lo que existe es Dios, su Creador. Esta simple afirmación bíblica que confesamos cuando decimos “Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra” – es de profundas y tremendas implicaciones cosmovisionales y prácticas.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1.1). El primer versículo de la Palabra de Dios ya nos dice al menos tres cosas: (1) que el universo no es materia eterna, pues tiene un principio, (2) que el universo no es una deidad ni un conjunto de deidades, pues un Ser totalmente distinto, que es Dios, lo creó y (3) que este Dios que creó el universo es uno y es el único Dios verdadero.
Creer en la realidad de la creación, nos aleja y nos coloca en una posición contraria a todas aquellas cosmovisiones que afirman que todo existe por mera casualidad, como lo afirman gran parte de los científicos contemporáneos, cuando dicen que “el universo es todo lo que ha existido, existe o existirá”. Al hacer esta declaración, sin intención están confesando un artículo de fe, ya que no hay evidencias que prueben dicha afirmación. Esta creencia es conocida como naturalismo. El naturalismo filosófico afirma un supuesto a partir del cual se interpreta todas las cosas. Esto es un claro indicio de que todos necesitamos supuestos aceptados a priori a partir de los cuales desarrollar nuestro pensamiento. Estos supuestos deben servirnos de estructura o “filtro” con el cual entendernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo. Y a partir de este entendimiento tomar decisiones y actuar en la vida.
De hecho, el creer en la creación es un supuesto aceptado a priori, sin embargo en el próximo artículo veremos, que es la única cosmovisión coherente con todas las realidades de la vida.