“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas…
De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SENOR DE SENORES.” (Ap. 19:11,12-15,16)
En su primera venida el Señor Jesús vino como Rey de Paz, tal como los ángeles cantaron “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz”, luego antes de su muerte entro en Jerusalén montado en un asno, tal como solían hacer los reyes de su tiempo cuando venían en son de paz. Sin embargo en su segunda venida entrará, tal como el texto lo indica, montado en un caballo blanco para pelear contra sus adversarios y derrotarlos.
Jesús hoy se encuentra en el trono de Dios, desde donde vela noche y día por su iglesia, para no perder a nadie de los que han creído en su nombre. Y está aguardando hasta que su Padre le diga que es el tiempo de instaurar Su reino, previo al juzgamiento de vivos y muertos.
El texto de hoy nos habla de ese momento histórico, cuando se cumple el tiempo para su segunda venida, donde el cielo se abre y el Hijo del Hombre aparece montado en un caballo blanco con un aspecto imponente, con ojos como llama de fuego y con una espada que sale de Su boca, listo para pelear y hacer justicia a todas las naciones, destruyendo a todos los que han deshonrado su nombre.
El nombre con el que aparece es: Rey de Reyes y Senor de Senores por cuanto, como se ve más adelante en el texto, ni todos los reyes juntos de la tierra pueden contra El (Ap. 19: 17-21). Por lo tanto, por cuanto todavía nos encontramos en el tiempo de su gracia, honremos Su nombre apasionadamente.