Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento. (Mar 12.43–44)
La mujer de nuestra historia tenía tres problemas. Primero, era una mujer en medio de una cultura extremadamente machista. Segundo, era una mujer en medio de una sociedad donde las viudas eran valoradas aún menos que las mujeres. Tercero, era mujer pobre, que según la sociedad donde vivía no era signo de bendición sino de castigo divino. Bajo todos los estándares culturales de entonces, esta mujer no era nadie.
Pero ¿te has dado cuenta que las matemáticas y el razonamiento divino son muy diferentes a los nuestros? Por ejemplo, cuando un hombre y una la mujer se unen en matrimonio Dios dice que ya no son dos, sino uno. Dios dice también que el que quiere ser el más importante, tiene que ser el último y el servidor de todos. A esto añade que todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de él, la hallará. Y ahora con la historia de esta mujer viuda y pobre, nos recuerda que ella con tan solo echar dos pequeñas monedas, había echado más que todos los ricos y pobres juntos que hasta ese momento habían ofrendado. ¿Cuál es la diferencia? La fe.
Hoy es un buen día para recordar, que contrario a lo que nos dice este mundo democratizado no todos llegaremos a ser los mejores estudiantes, doctores, abogados o deportistas del mundo, ese puesto está reservado para tan solo unos cuantos. La mayoría de nosotros por otro lado, nacimos para ser personas ordinarias, lo cual, bajo los estándares de Dios no tiene nada de malo. En cada cultura se idolatra al que tiene habilidades y se desvaloriza a la persona ordinaria, pobre, común y corriente. Dios es creador de todos, y se deleita en cada uno de nosotros. El estándar divino no son las habilidades mentales, físicas, o los bienes materiales sino la fe en Cristo.
En un mundo tan materializado, competitivo, y confundido es bueno recordar una vez más, que Dios se deleita en todos aquellos que primero han puesto su fe en Jesús. Una vez que esto ha pasado, lo que hago, tengo o no tengo, pasa a un nivel secundario, y yo paso a ser más feliz con la vida que llevo. Porque finalmente he entendido, que Dios me ama, me aprecia y se deleita en lo que soy y en lo que hago, sin importar si es que soy un ama de casa, un recogedor de basura, o el mejor cirujano del mundo.
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