En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las UVAS AGRIAS y los dientes de los hijos tienen la dentera, sino que cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las UVAS AGRIAS, tendrán la dentera. (Jer. 31:29,30)
El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él. (Ez. 18: 20)
Según estos textos todos somos responsables de nuestros actos, sin importar las condiciones que cada persona haya experimentado en la vida. Pero si tengo la creencia de que: “Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así”, que soy rebelde porque vengo de un hogar disfuncional, que actúo irresponsablemente porque mis padres actuaron tan mal conmigo, entonces no tendré oportunidad de cambio alguno. Una persona que piensa que es víctima de las circunstancias pasadas, jamás se esforzara por lograr cambios en su vida, y por lo tanto no tendrá éxito alguno.
Por el contrario si una persona piensa que a pesar de las circunstancias tan adversas en la cuales se ha desarrollado, que a pesar de las heridas que ha experimentado en su vida, todavía es corresponsable de su tragedia actual por cuanto descubre que es susceptible a la amargura, a la falta de perdón, al odio, a la venganza, y que en su corazón aparece rebeldía debido a estas circunstancias. Entonces ésta persona se levantará para buscar cambios auténticos.
Nuestra cultura posmoderna está tratando a la gente únicamente como víctimas de las circunstancias externas, y por lo tanto esta llenándoles de derechos con la finalidad de extirpar todo sentimiento de culpa y de responsabilidad personal, pensando que de esta manera les puede dar la tan buscada realización personal. Sin embargo al tratarlos así les está llevando a una utopía y a un adormecimiento, del cual no es fácil despertarse.