Todos somos corresponsables de la corrupción

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«Porque de adentro , es decir, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. Todas estas cosas malas salen de adentro y hacen impuro al hombre.» (Mr. 7: 21-23)

Jesús en este pasaje nos dice que la corrupción moral es el resultado de vivir dando rienda suelta a los deseos de nuestro corazón. Por ejemplo: Un niño dejado a merced de sí mismo o no refrenado por sus padres, está sujeto al control de su naturaleza pecaminosa. Cuanto más tiempo se le permita a un niño crecer sin restricciones, más esclavo llegará a ser de su propia permisividad en la satisfacción de sus deseos, por lo tanto sería cruel no ayudarle a controlarse a través de la disciplina.

Pero hoy hay quienes dicen que hemos evolucionado tanto que ya no existe la naturaleza pecaminosa en el hombre. Blas Pascal en el siglo 17 dijo: “Ciertamente que nada nos ofende más que esta doctrina (del pecado original) y sin embargo, sin este misterio, el más incomprensible de todos, somos incomprensibles a nosotros mismos”. Y en realidad al mirar la corrupción que vemos hoy en día podemos decir cuan incomprensibles nos parecemos por haber dejado la idea del pecado y de la responsabilidad personal

La negación del pecado y de la responsabilidad moral se expresa hoy en términos terapéuticos, como la necesidad de “entender” los delitos como un resultado de infancia disfuncional u otras circunstancias, y en realidad hasta cierto punto podemos culpar a nuestros padres, sin embargo todos tenemos la oportunidad de la elección moral tal como nos dice la Biblia: “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado”.