También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, (2Tim. 3: 1- 4)
La semana pasada examinamos a la luz de la primera parte de este texto la realidad que estamos viviendo, y hoy continuaremos con el resto del pasaje.
Los tiempos peligrosos de los que habla este texto, están caracterizados por gente que ha perdido el afecto natural, es decir que ya no son sensibles al dolor de los demás, y la verdad es que ni siquiera perciben el sufrimiento de los demás. Entre muchos ejemplos de la pérdida del afecto natural es la aprobación del aborto en muchos países del mundo. Para citar uno me referiré al caso de México que ocurrió los últimos días del mes de abril del año 2007 frente a lo cual, la iglesia objetó diciendo que: “Toda vida es vida de Dios y no se le debe dar muerte a un ser no nacido”; a lo que el organismo competente respondió que, este hecho se trata de salud pública y no de religión.
Una sociedad que ha dejado de lado a Dios y sus principios eternos está destinada a llegar a niveles de maldad como lo sigue describiendo el texto: “implacables, crueles y aborrecedores de lo bueno” Y no debe de sorprendernos ya que por más de 50 años la Psicología ha negado que el ser humano es un ser moral provisto de una conciencia interior y con una naturaleza inclinada al mal, y lo ha presentado únicamente como un organismo manejado por instintos donde lo único que importa son sus propios deseos, y es con esta mentalidad que los seres humanos han llegado a cometer actos de crueldad, y lo han justificado por el hecho de sentirse bien consigo mismos.