Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. (1Jn. 4:19)
Si me amáis, guardad mis mandamientos. (Jn. 14:15)
¿Dónde reside la fuerza para obedecer? Para muchas personas esta fuerza está en el miedo que tienen al castigo, porque aprendieron de niños que si les cogen en una mentira serán duramente castigados, o si les cogen robando, o les descubren que han robado, lo que les esperaba es un castigo muy severo. Esto por supuesto ha formado a muchas personas con una buena medida de moralidad, sin embargo les ha llevado muy lejos en la entrega a la obediencia, ya que frente a la corrupción de este mundo llegamos a perder ese miedo al castigo.
Para otras personas la fuerza para la obediencia está en el temor a perder las bendiciones de Dios, o sea aprendieron que Dios les retirará sus bendiciones si le desobedecen, como por ejemplo dejarán de tener buena salud, o fracasarán en su negocio. Esta fuerza para la obediencia también ha formado personas con una buena medida de moralidad hasta cuando Dios era importante en sus vidas.
Sin embargo la Biblia nos enseña que el poder para la obediencia esta en el amor. Por ejemplo cuando los padres disciplinan a sus hijos para librarlos de la esclavitud a sus propios deseos, esto lo hacen porque les aman, ya que están pensando en que sus hijos no lleguen a ser esclavos de sí mismos, más que en causarles miedo. Pero si los padres les dicen cosas como: “Te va ha llevar el monstruo si no comes” no les están tratando como seres morales que merecen ser amados, sino como criaturas provistas únicamente de estímulos.
Nosotros debemos obedecer a Dios por amor y no por miedo, debemos obedecerle, porque Él quiere lo mejor para nosotros, ya que Él anhela que no seamos esclavos del pecado. Es por esto que Jesús tomó nuestro castigo en la cruz al tomar nuestra culpa y condenación, y hacernos libres para obedecerle por amor.