El amor que permanece.

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Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena,… Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve… Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. (1Cor. 13: 1,3,13)

El amor con el que la mayoría cuenta, es el amor que damos siempre pensando en recibir aunque sea la mitad de lo que damos. Es por esto que esta clase de amor tiene un límite que se expresa muy bien en la frase: “Ya me canse”. También el amor con el que la mayoría cuenta es el amor que damos a las personas que nos caen bien, pero cuando descubrimos el verdadero carácter de esa persona, hasta allí llega nuestro amor.

Sin embargo el amor que nos relata la Biblia es de otro calibre, es una clase de amor que “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. El apóstol Pablo desafía a todo esposo a amar a sus esposas con esta clase de amor, porque de lo contrario el amor conyugal no funcionaría, como lo vemos suceder día a día. Sin embargo esta clase de amor se encuentra únicamente en Dios, y por lo tanto hay que buscarlo en Él; y es por esto que Pablo continua diciendo: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,…”. Jesús el Hijo amado de Dios podía amar de esta manera por cuanto recibió siempre el amor de Su Padre. De igual manera tu podrás amar si recibes el amor de Dios, y el primer paso para recibir Su amor es recibir el perdón de tus pecados, porque en el reconoces que tu Salvador tomo tu lugar en el tormento de la cruz para pagar tu deuda eterna delante de Dios, y cuando comprendes cuanto invirtió Dios en ti, tú también estarás dispuesto a sufrir, soportar, y esperar por tu conyugue. Es por esto que el amor que perdura solo viene de Dios.