Nacido par morir.

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Nacido par morir. He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Jn.1:29)

La revelación bíblica sobre el propósito de la venida de Cristo a este mundo es bien clara. EL no vino para ser un maestro de moral, que llegó a enseñarnos a conquistar sitiales morales para vernos mejores que otros. No, el vino para morir y de esta manera quitar el pecado del mundo. Jesús sabía que su tarea era la de lidiar con el pecado, y así lo hizo en sus días sobre la tierra, ya que aunque fue tentado en todo, nunca peco, y de esta manera llegó a estar preparado para tomar el pecado de todos los hombres.

Al final de sus días sobre la tierra estaba tan consciente de lo que significa cargar con el pecado de todos los hombres, de tal manera que rogó a su Padre que de ser posible le libre de tan semejante carga, sin embargo esta petición le fue negada por cuanto Su Padre estaba dispuesto a salvar a la humanidad, y la única posibilidad era poniendo sobre Su Unigénito todo el pecado de los hombres, de lo cual Él (Jesús) lo sabía.  Y así es como llegó a estar sobre la cruz en lugar de cada ser humano, sea este hombre, mujer, niño, joven o viejo; por cuanto Él sabía que la simiente del pecado estaba en todos, y que todos eran potencialmente corruptibles.

Hoy cuando la humanidad está asustada de semejantes crímenes que se cometen, debemos reconocer que todos somos corresponsables de aquellos crímenes, primeramente por cuanto estamos abandonando a nuestros hijos desde muy temprano en manos de aquellos que no recibieron el llamado de Dios para formarlos.  Las guarderías, los iniciales y las escuelas no son los encargados de la formación ni espiritual, ni emocional de nuestros hijos. En segundo lugar somos corresponsables porque estamos dejando a nuestros hijos a la merced de sus propios deseos y apetitos, al llenarles de tantos derechos y no enseñarles a ser virtuosos.

No debe de sorprendernos entonces que aquellos menos afortunados que no tuvieron un entorno familiar en el cual aprendieron la virtud del dominio propio, la responsabilidad moral y la prudencia, estén hoy sentenciados a decenas de años en la cárcel.