El evangelista de la gracia de Dios. (Tercera parte)

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Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. (Ro.1:17)

Martin Lutero llego a la comprensión del evangelio a través de un proceso de angustia y dolor, como el mismo lo expresa en el siguiente comentario: Con ardiente anhelo ansiaba comprender la Epístola de Pablo a los Romanos y solo me lo impedía una expresión: “La justicia de Dios”,  pues ésta, le interpretaba como aquella justicia por la cual Dios es justo y obra justamente al castigar al injusto. Mi situación era que, a pesar de ser un monje sin tacha, estaba ante Dios como un pecador con una conciencia cargada, y que no podía creer que pudiera aplacarlo mediante mis méritos. Sin embargo me agarre de este versículo en el que se dice que “el justo vivirá por la fe” y anhelaba con ardiente sed saber lo que significaba…

Después de reflexionar noche y día Lutero pudo ver la conexión entre la “justicia de Dios” y la afirmación de que “el justo vivirá por la fe”, llegando de esta manera a comprender que la justicia de Dios es aquella por la cual Dios nos justifica por su pura gracia y misericordia al condenar a Su Hijo Amado en el tormento de la cruz por nuestros pecados. Además comprendió que si tenemos verdadera fe en nuestro Salvador, nos veremos revestidos de aquella justicia perfecta que Cristo adquirió en favor nuestro, cuando rindió su vida santa, tal como dice Pablo en 2Cor. 5:21: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Desde entonces Lutero se sintió como renacido y como si hubiera entrado al paraíso por puertas abiertas de par en par. Toda la escritura adquirió un nuevo aspecto de tal manera que aun la “justicia de Dios”, que le había llenado de pavor, ahora se le torno inefablemente dulce y digna de amor. Ahora podía  contemplar el corazón paternal de Dios y acudir a Él como su hijo, sin temor ni vergüenza. _ (F)