La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios

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“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10.17)

Durante la historia ha habido muchos personajes que han tenido una actitud hostil hacia la Biblia. Por ejemplo, en el año 303 D.C. el emperador Diocleciano expidió un edicto en donde se decía que todo cristiano debe ser destruido junto con la Biblia. Toda persona importante para seguir manteniendo su estatus, tenía que destruir este libro, y todos los pobres que querían seguir siendo libres tenían que hacer lo mismo. Pero Diocleciano no fue el único, hubo otros emperadores que tuvieron la misma actitud hacia el cristianismo y su libro sagrado. Entre ellos Nerón, Domiciano, Trajano, Adriano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximino de Tracia, Decio, Valeriano, etc.
Pero ¿Por qué tanta hostilidad en contra de un libro viejo? Porque todos ellos sabían que la fe en nuestro Señor Jesucristo, y el cambio radical de vida que él propone, no pueden suceder sin este libro antiguo. Todos los enemigos del cristianismo saben que si se logra acabar con ese libro, se acabaría con la fe, y con todo lo que es, propone, y significa ser cristiano en general.
Claro, sabemos que Dios nunca va a permitir que su palabra sea destruida porque eso es lo que nos ha prometido. Pero ¿Qué de nosotros? Si bien Dios nunca permitirá que ningún emperador, escritor, o persona acabe con su palabra, nosotros si podemos decidir ponerla en el closet, escritorio, dormitorio y nunca leerla. Tristemente lo que los emperadores no han logrado en toda la historia, nosotros lo conseguimos en días con nuestra actitud de mediocridad y falta de disciplina espiritual.
Bernard Ramm dice “más de un millar de veces las campanas han anunciado la muerte de la Biblia, se ha formado la procesión fúnebre, se ha inscrito el adiós en la lápida mortuoria, y se ha leído el obituario. Pero de manera inexplicable, el cadáver nunca ha aparecido.” Dios nunca dejará que este “cadáver” jamás aparezca, porque su palabra es eterna y vivirá por siempre. Sin embargo, queda en nosotros el escudriñarla diariamente, para que no solo viva por siempre, sino que por siempre viva en nuestros corazones.